sábado, 17 de agosto de 2013

II Trail Macizo de Ubiñas

El pasado 18 de Agosto, aprovechando las vacaciones por la cordillera cantábrica, decidí tomar la salida en el II Trail Macizo de Ubiña. Este sería mi estreno en las carreras de montaña en el norte de España. Para ello elegí una prueba corta, poco más de 21 kilómetros pero con un desnivel acumulado aproximado de 4000 metros. 

El día anterior a la prueba mi mujer y yo nos presentamos en el Centro de Interpretación del Parque Nacional Ubiña y las Mesas.


Al llegar al mismo empiezo a darme cuenta donde me había metido. El entorno donde se encuentra enclavado el Centro de Interpretación es increíble. Este esta rodeado de unas paredes de piedras impresionantes y dichas laderas tendría que recorrelas al día siguiente. 




La mayoría de los participantes son del norte de España y les sorprende que un gaditano venga por estas tierras. Las piernas de muchos de ellos, creo que son más duras que las propias montañas que nos rodea. Pero bueno, nadie me obligo a esto. Eso sí, tenía bastante claro quién iba a ser el último en cruzar la meta. 

Después de la recogida de dorsales la organización nos invita a visitar la Braña donde vive Abilio, el último pastor que vive desde Mayo a Octubre en la montaña. 




Abilio nos enseñó su pequeña cabaña y el jardín más bonito e increíble que he visto nunca. Este jardín es regado por las aguas de las lluvias, la hierba es cortada por las vacas y las ovejas son protegidas de los lobos por perros pastores. El jardín es un maravilloso valle rodeado por montañas, por cierto, por una de ellas iba a transitar la carrera de modo que otra vez me entro el nervio en el cuerpo. 


Antes de irnos Abilio nos invita a un sidriña escanciada por Andrés, unos de los padres de esta prueba. 


La noche antes de la prueba tome un exquisito plato de caldereta de corderu.


La organización habilito el aparcamiento para los participantes. En el mismo, pernoctamos muchos corredores. Antes de las once de la noche estaba en los brazos de Morfeo. 

Con los primeros rayos del sol, empieza el revuelo de participantes. Estos brillan sobre la pared de piedra que nos dio cobijo durante la noche. 


Poco a poco se acerca la hora de la salida, como en cualquier carrera los nervios afloran en el ambiente y para no perder las buenas costumbres, los servicios están continuamente ocupados. 

Momentos antes de salir, un halo de tranquilidad recorría mi cuerpo. Pobre de mí que no sabía lo que se me venía encima.

A las nueves en punto se lanza el cohete que indica el chupinazo de salida.


Pronto se forma una larga cola que enfila la primera cuesta. Me posiciono en las últimas posiciones. 



Los metros van pasando muy, muy, muy lentamente pero no me importa. Cada dos por tres me paro, para admirar el paisaje por el que estoy transitando y dejar que entre algo de aire en mi cuerpo.



Sobre  el  kilómetro  seis  hay  un  punto  de  avituallamiento líquido. Evidentemente  el agua bebida  ha  sido porteada a este punto por un mulo. Mi cuerpo ya se ha dado cuenta lo que le quedaba por delante. 



En cada collado hay varios voluntarios dando ánimos y algún que otro al verme, me ofrece su propia agua.


Las subidas son paredes verticales y las bajadas pendientes vertiginosas. 



Sin darme cuenta llego a un collado desde donde puedo ver el refugio. Al fondo de la siguiente foto se puede observar el refugio Vega de Meicín.


Esto me da bastante ánimo ya que en el refugio esta mi mujer esperando. Tras una bajada de infierno llego al refugio en tres horas y cincuenta y cinco minutos, es decir, con cuatro minutos de margen sobre el tiempo de cierre de carrera.


Tomo algo de frutas y líquidos, y rápidamente emprendo la marcha. 



Mariano, mi inseparable compañero de cierre de carrera, me indica que solo me quedan un par de cuestas y que no son muy duras. Yo calculo para esos nueve kilómetros un poco más de dos horas. 


La primera subida se me hace interminable pero en mi mente ya se va dibujando la línea de meta. 




De repente al fondo del valle vuelvo a ver el refugio, una gran alegría me recorre por todo el cuerpo. La bajada hasta el mismo la realizo lo mejor que puedo. Este segundo bucle me ha llevado una par de horas. Ya solo me quedan dos fáciles kilómetros hasta Tuiza Riba.  

Unos metros antes de llegar al pueblo me detengo un último instante para admirar los valles por los que he disfrutado y sufrido durante seis horas. Después de esta breve parada retomo la marcha y encaro los últimos metros.



Al llegar a la meta muchos participantes ya duchados, comidos y limpitos, ya que llegaron mucho antes que yo, se me acercan para felicitarme por haber llegado y no haberme rendido.



Termino felicitando a la organización por esta prueba tan bonita que me ha permitido conocer la parte de la Reserva de Tuiza y las Mesas y agradeciendo que no cerrasen la meta a pesar de haber sobrepasado en veintitrés minutos el cierre de la misma.  Y lo que si tengo por seguro que algún día, espero que más pronto que tarde, volveré a visitar este rincón desconocido de la Cordillera Cantábrica.

A continuación algunas fotos cortesía de la organización.







Y ahora algunas fotos propias.














Os pongo un vídeo en el que salgo al final del mismo.